sábado, 28 de marzo de 2020

Mila & Bianca - Parte 21

Bianca despertó a la mañana siguiente en el sillón, cuando Alex, “el poeta del barrio”, le tocó el hombro.

-Te quedaste dormida en el sillón, ¡qué gracioso! Oh, a ver, ¿y esto? ¿qué tenés acá? ¿Te manchaste? -preguntó él, tocándole la remera que él mismo le había prestado.

Bianca miró la prenda con desconfianza, tras lo que fue a buscar al cuarto de Alex su ropa, y allí se sacó la remera mirándose al espejo. En eso, notó que tenía una mancha cerca de su zona genital. La sacó con su dedo, como despegándola de la piel. Luego se puso su ropa, y salió nuevamente a la sala.


-¿Cogimos anoche? -le preguntó ella, confundida.
-No llegamos a tener un encuentro con penetración, pero sí tuvimos intimidad -respondió él.
-¿Acabaste?
-No, lamentablemente, no tuve la oportunidad de eyacular durante el acto.

Bianca asintió con la cabeza mientras mantenía un gesto de preocupación.

-¿Qué pasa? -preguntó Alex.
-¿Tu amigo se quedó toda la noche acá?
-Sí, Marco vive conmigo.
-¿Y ahora dónde está?
-Fue a comprar al supermercado. Parece que hay un apagón en todo el país, así que por las dudas fue a comprar varias cosas en caso que se prolongue.

Bianca echó un vistazo alrededor de la casa, notando que ninguna luz o artefacto eléctrico estaba encendido. A través de la ventana pudo ver que afuera llovía.

-Ayer me quiso avanzar -dijo Bianca.
-¿Quién? ¿Marco?
-Sí. No quise decir nada porque quería estar con vos y posta no tenía ganas de arruinar la noche, pero primero se la pasó mirándome mientras vos y yo hablábamos y después, cuando te fuiste al baño, se me tiró.
-¿Qué te dijo?
-Que tenía lindo pelo, y me tocó la cabeza.
-¿Y qué hiciste?
-Le dije que no me tocara, y se enojó.

Alex hizo una pausa, como pensativo.

-Está bien, después hablo con él para comprender mejor esta situación tan intrincada.
-Pará, el tema es que yo me quedé dormida en el sillón...
-Sí... -dijo Alex, como esperando que ella continuara.

Bianca inhaló y exhaló profundamente.

-Nada, ya está. Me voy a casa. Me pido un Uber -aseguró, mientras intentaba pedir un auto con su celular, pero enseguida tuvo una revelación- Pará, ¿no hay señal tampoco? ¿Ni datos?
-No, nada. Está todo desconectado.
-¿Una remisería? ¿Taxis?
-Podemos intentar tomar un taxi si caminamos hasta la avenida. Remiserías ya no hay por acá, Uber se hizo con todos los clientes.
-Dios, ¿cómo hago entonces? -preguntó, hastiada.
-Si querés le puedo pedir a Marco que te lleve a tu casa, él tiene auto.
-¿Vos no sabés manejar?
-No.
-Si él me lleva a casa, ¿vos podrías venir también? La verdad no me sentiría cómoda viajando con él a solas.
-Sí, por supuesto.

En ese momento, llegó Marco, que cargaba varias bolsas de supermercado. Tras acomodarlas en la cocina, Alex le pidió si podía llevar a Bianca a su casa. Él accedió de muy buena gana, y luego bajaron los tres.

Antes de subir al auto, notaron que la parte de atrás del mismo estaba absolutamente llena de cosas. “Sólo tengo lugar para uno”, dijo Marco, “si pudiera los llevaría a los dos, pero con esto del apagón no pude comunicarme con la gente a la que tengo que entregarle los pedidos, si querés esperamos a que vuelva la energía”, propuso. Bianca dudó unos instantes pero, finalmente, accedió con poco ímpetu a que Marco la llevara, y se despidió de Alex.

Una vez dentro del auto, ella le dijo a Marco hacia dónde iban, y emprendieron camino.


-¿Qué tal la pasaste ayer? -preguntó él.
-Bien -fue lo único que contestó ella.

Tras segundos de silencio, Marco retomó:

-¿Qué pasa? ¿Salió todo medio mal en la cama con Alex? -preguntó, buscando ser gracioso.
-No quiero hablar.
-Me caés bien, Bianca, sos directa.
-A mí no me caés bien, me das asco.
-¿Perdón? -contestó Marco, sorprendido.
-Que me das asco. ¿Qué te pensás, que no me di cuenta de lo que hiciste?
-¿Qué hice, a ver?
-Encima te hacés el pelotudo.
-No sé de qué hablás -replicó, girando por un momento la cabeza hacia Bianca, mirándola de arriba a abajo- pero me doy cuenta de que, evidentemente, tenés algo contra mí. Ayer me acerqué con toda la buena onda para decirte algo lindo y me atacaste enseguida. No sé, vos sabrás qué problema tenés. Capaz te gusto y por eso te ponés nerviosa, ja ja -burló Marco.
-Nunca me podrías gustar -contestó Bianca, con desprecio.
-¿Ah, no? Mirá esto -dijo Marco, mientras se levantaba la remera y le mostraba su cuerpo muy ejercitado- ¿Sigo sin gustarte?
-¿A vos te parece bien todo esto que estás haciendo? ¿Te gusta esta situación? ¿Te sentís cómodo? -apuró Bianca.
-Vos sos la que me atacó, yo siempre fui amable con vos.



Tras esta última frase, ella no habló más, y dedicó el tiempo que quedaba a mirar por la ventana y cada tanto revisar su celular para ver si había regresado la señal, pero la misma nunca retornó. En su rostro reinaba una expresión de agobio.

Marco, poco antes de llegar a destino, volvió a hablar:

-¿Sabías que compongo canciones también?

Bianca no respondió.

-Hace poco estuve ensayando una, te canto una partecita.

Bianca continuó ignorándolo, y él comenzó a cantar en voz baja.

-“Pobrecita la muchachita,
que ahora se victimiza
volviendo de la casa
de alguien que no conocía
¿Qué pensó que iba a pasar
si se desnudaba en cualquier lugar?
yo no sé
yo no sé”.

Nuevamente, Bianca se mantuvo en silencio y, al llegar, se bajó sin saludar. Sin embargo, antes de cerrar la puerta, miró a Marco y sentenció: “Yo no soy ninguna víctima, pelotudo, y tu canción es una mierda”. Apenas terminó de decir la última palabra, pegó un portazo y se fue. Marco sonrió y, rápidamente, se alejó con su auto.

“Esta no es mi casa”, susurró Bianca con fastidio, y caminó algunas cuadras hasta llegar a la suya. Una vez que estuvo en la puerta, dudó unos instantes y, en lugar de entrar, siguió de largo y continuó su ruta bajo la lluvia.

Largos minutos después, llegó a la entrada de un complejo de edificios, rodeados por una reja y una garita de seguridad. Nuevamente chequeó si tenía señal, pero fue en vano.

Entonces tocó la ventana de la garita, pero nadie respondió. Visiblemente cansada, Bianca amagó a sentarse en un banco pero, al ver que la superficie estaba mojada, desisitió. En vez de eso, decidió ponerse en cuclillas contra la reja. La lluvia caía sobre su rostro exhausto, al que pronto terminó por apoyar sobre sus rodillas, rindiéndose ante la espera.

Tiempo más tarde, un hombre que llevaba una bolsa de tela y un paraguas se le acercó:

-Flaca, ¿estás bien? -preguntó, y ella levantó la cabeza- ¿Bianca? ¿Qué hacés acá? -reaccionó él.

Bianca no respondió.

-¿Qué hacés acá? -insistió.
-Ya no sé qué hacer, Darío, todo está mal -dijo, todavía en cuclillas.
-No entiendo de qué hablás.
-En mi casa no me bancan más, Mila ya no quiere hablar conmigo, dejé a Ezequiel, y no tengo idea de qué hacer... -explicó, con algunas dificultades para respirar, y se puso de pie.
-¿Y de dónde venís ahora? Hay un apagón en todo el país, ¿por qué no te quedaste en tu casa?
-Porque no quiero ir mi casa, mi vieja me trata mal todo el tiempo, y mi papá acaba de volver y ya está dándome órdenes.
-¿Tu papá, dándote órdenes?
-Sí, porque mi mamá está re insistente con que yo tengo que trabajar y él, para quedar bien con ella, se la sigue.
-¿Y de dónde venís ahora? -insistió Darío.
-De mi casa, ¿de dónde voy a venir? -juró Bianca, y pronto cambió de tema- ¿Te molesta que haya venido?
-¿Segura que venís de tu casa? -volvió a preguntar, desconfiado.
-Sí, te estoy diciendo que sí. ¿Te molesta que esté acá? ¿Estabas ocupado?
-No es que me moleste, pero no me queda claro por qué estás acá, ¿qué tengo que ver yo con todo esto que te está pasando? -indagó Darío, un poco harto por la situación.
-¿No te das cuenta? -preguntó ella, y comenzó a llorar- Desde que no estoy con vos todo me sale mal, y como me bloqueaste de todos lados ya ni siquiera puedo hablarte. Y te extraño...
-Ya sabés por qué no quiero estar con vos.
-Pero no estoy más con Ezequiel...
-Dejá de nombrarlo, Bianca -pidió no muy amablemente Darío.
-Perdón, no lo nombro más. Pero quiero que sepas que no estoy más con él, no funcionó.
-¿Y? ¿Qué cambia eso? Si todavía seguís con esa idea de tener sexo con otros mientras estás en pareja, conmigo no cuentes.

Bianca dudó un instante.

-No, no sigo pensando eso.
-¿No? ¿Y qué te hizo cambiar de opinión?
-Desde que no estamos juntos siento que todo este tiempo fue un intervalo hasta volver a encontrarte. Intento no pensarte pero, cuando creo que ya te pude superar, de repente te venís a mi cabeza, y todo lo que tengo son recuerdos felices. Sigo enamorada de vos, y nada de lo que hice desde que nos separamos me hizo cambiar mis sentimientos, lo único que es distinto es que ahora te extraño como nunca. Todo el tiempo te extraño, sobre todo cuando las cosas salen tan mal -dijo Bianca, empapada por la lluvia y las lágrimas.
-Entonces, ¿ya no querés tener una relación abierta? ¿Sólo estarías conmigo?
-Sí, sólo con vos -prometió ella.

Darío la miró fijamente unos segundos, luego giró la cabeza un par de veces y, entonces, habló:

-No te creo nada.
-¿Qué? -preguntó Bianca, anonadada.
-Te conozco hace mucho tiempo, no te creo. Y mirá que tengo ganas de creerte, porque me encantaría pensar que cambiaste y aprendiste algo, pero no te creo.
-¿Qué es lo tengo que aprender? -contestó, levantando la voz- ¿No te alcanza verme empapada en la puerta de tu departamento diciéndote que todavía te amo?
-No es que no me alcance, es que ya no me importa -fulminó Darío.

Bianca se quedó helada.

-Volvé a tu casa, Bianca, no me busques más.

Darío abrió la puerta de la reja del edificio y, sin darse vuelta ni una sola vez, abandonó la escena.


PARTE 22: https://unperfectoplandelfin.blogspot.com/2020/04/mila-bianca-parte-22-final.html



Escrito por: Tomás Bitocchi





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